Un Sentido Especial para el Nadador y el Triatleta (1)

El tacto

El sentido del tacto, provisto de receptores de distintas sensibilidades por todo el cuerpo, se hace esencial en nuestros objetivos deportivos. En ningún otro deporte estamos en total contacto con el medio que nos rodea, además de interactuar constantemente con el mismo para rentabilizar nuestro paso a través de él. Las distintas posturas de nuestros segmentos deben ser mantenidas por determinados grupos musculares en una coordinación armoniosa, pero a la vez suficiente para que no lleguemos a nadar percibiendo y creyendo como normal o natural una postura errónea que nos dificulte el rendimiento o nos provoque alguna lesión limitante. Por esto, debemos usar materiales que atraigan y conserven la atención del alumno. Las  experiencias auditivas y visuales cuidadosamente diseñadas puede que modifiquen favorablemente los comportamientos, pero éstos son conscientes o no y la raíz proviene de percepciones subliminales tomando ésta como sinónimo de percepción inconsciente.
 

“La realidad es distinta de cómo la vemos.”  Kia Nobre, profesora de Psicología Cognitiva en la Universidad de Oxford.

Los nadadores suelen pensar que su estilo de nado es mejor del que realmente es. Llegamos a creer que registramos los esquemas motores de nuestras acciones, exactamente igual que las observamos en otros, en aquellos que nos impactan con su modelo de nado. Nuestro cerebro no registra de la misma forma que una cámara de vídeo. El cerebro utiliza recursos para hacerse una idea de lo que pasa en su entorno.

La neurociencia se encarga de desvelarnos estas cuestiones que durante tiempo hemos observado en nuestras sesiones de entrenamiento y que a pesar de encontrar estrategias para llegar a nuestros objetivos, no teníamos claro por qué ocurrían. Los entrenadores debemos saber cómo funciona la cognición de nuestros nadadores para poder intervenir en el proceso de adquisición o reeducación de los gestos de los distintos estilos de nado, salidas y virajes. La temporización del pensamiento es un eje fundamental, así como organizar la percepción y las acciones como respuesta. Nuestro cerebro está constantemente haciendo predicciones, proyecciones y elucubra expectativas de dónde y cuándo se producirán los hechos futuros según nuestros intereses, cambiando su excitabilidad en determinadas áreas condicionadas por éstos, siendo en muchas ocasiones, involuntarias e incontrolables.

A nuestro cerebro le gusta la variabilidad y cuando recibe nuevos estímulos, tiene una forma distinta de percibir el tiempo, dilatándolo. El ritmo de las cosas que ocurren, permiten al cerebro valorar el paso del tiempo. Esta variación no es inmutable en nuestra mente y puede parecernos más rápido o más lento según el interés, lo novedoso o la cantidad de estímulos que se nos presenten.  Cuando esto ocurre en la sesión de entrenamiento, la rentabilidad del mismo es elevadísima y los nadadores pueden concluir su trabajo diario en mejores condiciones técnicas.

¿No es cierto que cuando vivimos una situación peligrosa, el tiempo parece pasar más lento?

Esto ocurre porque procesamos más información de la habitual y parece que se expande. Del mismo modo, cuando carecemos de estímulos, también percibimos de forma distinta, condensándolo y teniendo la sensación de que ha pasado más rápidamente. Los neurocientíficos consideran que cuando un estímulo se repite, el cerebro no pierde tiempo en analizarlo puesto que hace la predicción y sabe lo que pasará luego, acostumbrando a éste y sintiendo que pasa más deprisa. De la misma forma, si introducimos un elemento nuevo periódicamente, sentirá que tiene que poner todas las alarmas para dar una respuesta correcta, aprendiendo de la situación y dejando tiempo para analizar y aprender. Esto justificaría nuestra propuesta de variación constante de estímulos para mantener y elevar nuestro nivel técnico y no caer en la monotonía diaria. Creemos que el tiempo es lineal y predecible, pero depende de nuestras experiencias y el estado en el que nos encontramos.

Somos realmente mediocres para percibir lo que realmente está ocurriendo en el mundo real, nos cuesta ver todos los detalles de una situación concreta, pero extremadamente hábiles para percibir lo que en un momento dado podría salvarnos la vida.

La realidad es diferente a como la percibimos, sólo tenemos que preguntar a nuestro nadador cómo cree que está moviendo los brazos, piernas, qué postura de la cabeza lleva etc., para darnos cuenta de la distorsión que existe entre su realidad subjetiva y la que nosotros vemos o mejor, la que registraría una cámara de video. Nuestro nadador quedaría muy sorprendido cuando observara la diferencia. Por tanto, es necesario conocer la relación entre la realidad objetiva y la cognición subjetiva, aunque la una es necesaria para mejorar la otra. Por lo tanto, debemos dejar de creer que el cerebro es un espejo de nuestra visión de lo que hacemos en cada instante, para saber que es el creador de nuestra realidad, adelantándose a lo que va a ocurrir y creando en muchas ocasiones realidades subjetivas erróneas.

Nuestra atención es selectiva y amplifica o filtra la información dependiendo de nuestros propósitos y deseos y hacemos hipótesis de las cosas que junto con la memoria guían y manipulan la información sensorial para crear nuestra realidad particular.

​Continuamos en el siguiente post...

J. Bonal Pedrón

 
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